martes, 29 de septiembre de 2009

El diente roto - Pedro Emilio Coll

A los doce años, combatiendo Juan Peña con unos granujas recibió un guijarro sobre un diente; la sangre corrió lavándole el sucio de la cara, y el diente se partió en forma de sierra. Desde ese día principia la edad de oro de Juan Peña.

Con la punta de la lengua, Juan tentaba sin cesar el diente roto; el cuerpo inmóvil, vaga la mirada sin pensar. Así, de alborotador y pendenciero, tornóse en callado y tranquilo.

Los padres de Juan, hartos de escuchar quejas de los vecinos y transeúntes víctimas de las perversidades del chico, y que habían agotado toda clase de reprimendas y castigos, estaban ahora estupefactos y angustiados con la súbita transformación de Juan.

Juan no chistaba y permanecía horas enteras en actitud hierática, como en éxtasis; mientras, allá adentro, en la oscuridad de la boca cerrada, la lengua acariciaba el diente roto sin pensar.

-El niño no está bien, Pablo -decía la madre al marido-, hay que llamar al médico.

Llegó el doctor y procedió al diagnóstico: buen pulso, mofletes sanguíneos, excelente apetito, ningún síntoma de enfermedad.

-Señora -terminó por decir el sabio después de un largo examen- la santidad de mi profesión me impone el deber de declarar a usted...

-¿Qué, señor doctor de mi alma? -interrumpió la angustiada madre.

-Que su hijo está mejor que una manzana. Lo que sí es indiscutible -continuó con voz misteriosa- es que estamos en presencia de un caso fenomenal: su hijo de usted, mi estimable señora, sufre de lo que hoy llamamos el mal de pensar; en una palabra, su hijo es un filósofo precoz, un genio tal vez.

En la oscuridad de la boca, Juan acariciaba su diente roto sin pensar.

Parientes y amigos se hicieron eco de la opinión del doctor, acogida con júbilo indecible por los padres de Juan. Pronto en el pueblo todo se citó el caso admirable del "niño prodigio", y su fama se aumentó como una bomba de papel hinchada de humo. Hasta el maestro de la escuela, que lo había tenido por la más lerda cabeza del orbe, se sometió a la opinión general, por aquello de que voz del pueblo es voz del cielo. Quien más quien menos, cada cual traía a colación un ejemplo: Demóstenes comía arena, Shakespeare era un pilluelo desarrapado, Edison... etcétera.

Creció Juan Peña en medio de libros abiertos ante sus ojos, pero que no leía, distraído con su lengua ocupada en tocar la pequeña sierra del diente roto, sin pensar.

Y con su cuerpo crecía su reputación de hombre juicioso, sabio y "profundo", y nadie se cansaba de alabar el talento maravilloso de Juan. En plena juventud, las más hermosas mujeres trataban de seducir y conquistar aquel espíritu superior, entregado a hondas meditaciones, para los demás, pero que en la oscuridad de su boca tentaba el diente roto, sin pensar.

Pasaron los años, y Juan Peña fue diputado, académico, ministro y estaba a punto de ser coronado Presidente de la República, cuando la apoplejía lo sorprendió acariciándose su diente roto con la punta de la lengua.

Y doblaron las campanas y fue decretado un riguroso duelo nacional; un orador lloró en una fúnebre oración a nombre de la patria, y cayeron rosas y lágrimas sobre la tumba del grande hombre que no había tenido tiempo de pensar.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

"Tus rutinas de piel y tus ganas de huir..."

Sería más adecuado si "rutina" tuviera como sinónimo la acepción "aburrimiento a que todos estamos sujetos a diario e impedidos de desprendernos de es sin que haya represalias por parte de la suciedad, digo, sociedad." Lo digo porque con tantas "ganas de huir", como dice la canción*, y de viajar soy obligado a despertarme a las ocho casi todos los días, excepto los martes y los jueves, que es cuando voy a las clases de inglés - y de verdad que el inglés me parecía menos puñetero antes. Bueno, excepto también cuando me encuentro en algún tipo de resaca del día anterior. Tras levantarme de la cama - con mucha dificultad, es verdad - me pongo a estudiar algunos textos y a repasar el contenido de lo estudiado en la uni. Normalmente me voy a comer a las once, pero no cuando espero a que mis dormilones compañeros de piso se despierten - ya que muchas veces duermen hasta el mediodía - para que nos vayamos a comer juntos. Luego echo una siesta, pero sin dormir, porque mi estómago se volvería loco de indigestión. Por eso prefiero echar una siesta jugando a Street Fighter. Luego vuelvo a estudiar hasta las cinco, que es cuando me baño y me voy a coger un autobús lleno de personas apretadas y sudadas para ir a la universidad, donde me quedo hasta las diez y media. Después cojo otra vez el autobús, ya sin tantas personas y sin tanta transpiración, vuelvo a casa y me voy a la cama. Los fines de semana tampoco hago mucho. Tan sólo voy al cine (y eso no siempre) y como un payasito, es decir, McDonald's, acompañado de mucha teoría de conspiración en contra de esa empresa de producir obesos. Así se van todos los días de mi vida. Juro que le mato al que ha creado la rutina.
*Te dejo Madrid
Shakira

Sí ya es hora de esconder
Del mundo el dolor
Bajo la piel
Más se que estaré bien
Los gatos como yo
Caen de pie
No quiero jugar mi suerte
por ti
No puedo con fé pequeña vivir
Pronto estaré de aquí
Muy, muy lejos

Ahí me voy otra vez
Ahí, te dejo Madrid
Tus rutinas de piel
Y tus ganas de huir
Yo no quiero cobardes
Que me hagan sufrir
Mejor le dijo adiós
A tu boca de anis

Sí ya es hora de limpiar
Las manchas de miel
Sobre el mantel
Yo nunca supe actuar
Y mis labios se ven
Muertos de séd
No quiero dejarle todo
al azar
Entiendo que he comenzado a
estorbar
Pronto estaré de tí
Muy muy lejos

Ahí me voy otra vez
Ay, te dejo Madrid
Tus rutinas de piel
Y tus ganas de huir
Yo no quiero cobardes
Que me hagan sufrir
Mejor le dijo adiós
A tu boca de anis

Ay, te dejo Madrid
A tu boca de anis, a tu boca de
anis


Mi autorretrato

Soy una persona con serias dificultades a la hora de describirse. Y estaría tan a gusto si no tuviera que hacerlo, para el bien del "ceremonial" que esto exige. En todo caso aquí va una tentativa.
Tengo veintitrés años de casado... digo, de edad; estatura mediana, 1,75m, y me odio por ello, ya que no me fueron concedidos miserables cinco centímetros más - como si la madre Naturaleza dijera: Agustín, serás siempre mediano en todo (para no decir mediocre), no importa lo que intentes. ¡Vaya suerte! Siguiendo, mi pelo es castaño así como los ojos. Anduve algo fuera de forma física por los últimos años... digo, meses, aunque no se me nota mucho gracias a unas camisas que tengo que disfrazan bien los kilitos a más, adquiridos a consecuencia de sucesivas sobredosis de chocolate.
Psicológicamente soy una persona estable, y no tengo muchos vicios. Ni bebo, ni fumo, ni juego. Mi única adicción es mentir en relación a eso. Mi humor es de lo más constante, ya que se cambia a una proporción igual que la en que me cambio de ropa (¡no quiero ser yo cuando vengan los tiempos de calor!). A veces me pone tranquilo, a veces me pone agitado, a veces me deja preso entre Escila y Caribdis y a veces me regala es status de "altamente peligroso".
Mis mayores gustos son el cine, la música y criticar a la tele abierta (especialmente a los presentadores de domingo). Mis disgustos son andar en autobús y la forma física en la que me encuentro.

lunes, 31 de agosto de 2009

Estimados compañeros, permitid que me presente...

Mi nombre es Agustín Gonzalo Sanandrés. No soy una persona física ni tampoco un lobo, como se podría deducir de lo que se deprende de este blog. Menos todavía que mi nombre es el seudónimo de una persona - o de un lobo, lo que sería gracioso. Soy la personificación de un alter ego. Pero a la hora de producirse, ese proceso de personificación no tuvo éxito completo, porque el alter ego (que soy yo) conservó demasiadas características de la persona que le dio origen. Veamos, un alter ego es, además de otras cosas, aquello que uno desea ser. Cuando digo que el proceso de personificación no tuvo éxito total me refiero a que el alter ego se ve limitado en su labor de ser lo que uno más desea ser (y que no pensáis que es fácil y maravillosa la tarea esa, ¿eh?) a consecuencia de haber conservado muy fuertes rasgos de su generador. De entre tales rasgos está el hecho de tener algo de un lobo. En otras palabras, soy un extraño ejemplo de la teoría - o lo que sea - que dice que "el hombre es lobo de sí mismo". El lobo que el hombre trae dentro le traiciona y el lobo que llevo me traicionó incluso a la hora de personificarse el alter ego que soy y no se marchó. Complejo, ¿no? Pero, como dijo un eminente filósofo (o a lo mejor haya sido sólo Madonna quien lo dijo, no sé): "it's the human nature" (es la naturaleza humana). Al final eso sí que resulta gracioso: un alter ego con un lobo dentro. Suena borgiano.